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Alma

El 31 de julio, nuestra ruta nos llevó hasta la fascinante Lisboa, donde, en el corazón de su casco antiguo, nos esperaba una experiencia culinaria excepcional: Alma, el restaurante con dos estrellas Michelin del chef Henrique Sá Pessoa.

Ubicado en un edificio del siglo XVIII que antaño sirvió como almacén para la histórica librería Bertrand (la más antigua del mundo, fundada en 1732), Alma es mucho más que un restaurante: es una inmersión en la alta cocina portuguesa con una visión creativa y contemporánea.

Desde el primer momento, nos envolvió un ambiente elegante y cuidado hasta el más mínimo detalle. La decoración moderna, en armonía con la historia del edificio, servía de marco para un servicio impecable, donde la atención y la precisión del equipo se convertían en un espectáculo en sí mismas.

Siguiendo lo que ya parecía ser una costumbre portuguesa, el menú se desplegó en una sucesión de pases previos antes de los platos principales: ocho aperitivos y entrantes, cuidadosamente diseñados para abrir el apetito y preparar el paladar para lo que estaba por venir.

Los platos principales fueron un desfile de creatividad, equilibrio y técnica:

  • Cenouras, bulgur, puré de alperce, queijo de cabra → La humilde zanahoria transformada en un plato vibrante, con la textura del bulgur, el dulzor del albaricoque y el contraste del queso de cabra.
  • Foie Gras, maçã, granola, beterraba, café → Un plato de contrastes: la intensidad del foie gras, el frescor de la manzana, la textura crujiente de la granola, el dulzor terroso de la remolacha y el sutil amargor del café.
  • Arroz de Tamboril e Lavagante Nacional, tomate e coentros → Un homenaje a los sabores del mar, con el arroz impregnado de los jugos del rape y el bogavante, realzado con tomate y el frescor del cilantro.
  • Carne de Porco à Alentejana, terrina de batata, massa de pimentão, molho blhão pato → Una reinterpretación de un clásico portugués, con la carne de cerdo acompañada por una terrina de patata, una vibrante masa de pimiento y el profundo sabor del molho blhão pato.

Para los postres, el chef nos sorprendió con combinaciones inesperadas que jugaban con los límites entre lo dulce y lo salado:

  • Batata Doce, clementina, gengibre, caju → Un postre en el que la suavidad de la batata dulce se equilibraba con la acidez de la clementina, el toque especiado del jengibre y el crujiente de los anacardos.
  • Arroz Doce, couve-flor, caramelo de limão, louro → Un arriesgado pero sorprendente giro del tradicional arroz con leche, con la inesperada presencia de la coliflor, el dulzor del caramelo de limón y el aroma sutil del laurel.

Por supuesto, la experiencia no terminó ahí. Como en cada restaurante portugués que visitamos, tras los postres llegaron los petit fours, esos pequeños bocados que ponen el broche de oro a un festín inolvidable.

En Alma, cada plato no solo es una demostración de técnica y creatividad, sino también de una profunda admiración por la cocina portuguesa y su tradición. La visita del propio Henrique Sá Pessoa a la sala, interactuando con los comensales, aportó un toque de cercanía y autenticidad que hizo que la experiencia fuera aún más especial.

Lisboa nos regaló una noche inolvidable, y Alma fue, sin duda, el alma de esa experiencia.

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