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A Tafona

El 30 de diciembre, todavía con el corazón anclado en las callejuelas de Santiago de Compostela, hicimos una parada que llevábamos tiempo deseando: A Tafona, el restaurante de la talentosa Lucía Freitas.

A Tafona ofrece dos menús: Sosego y Algarabía. Fieles a nuestra costumbre, optamos por el largo, Algarabía, un recorrido vibrante que hace honor a su nombre, donde el producto gallego, la técnica depurada y la sensibilidad femenina se entrelazan en cada plato.

El viaje arrancó con el pan de Eladio, acompañado de un aceite magnífico y una mantequilla casera que ya prometía emociones fuertes. Luego, con las manos, llegaron pequeños bocados que sabían a Galicia pura: su interpretación de la empanada, un bocado fresco y marino «de la ría», y una vibrante muestra de su huerta.

Entre los platos, cada pase era una pequeña obra de arte. Desde unos espectaculares percebes con lechuga de mar, a una inolvidable ostra a la brasa, matizada con ahumados y notas alimonadas. El berberecho de Noia con tomate verde ofrecía frescura pura, mientras que el plato de remolacha, cerezas y lombarda demostraba el dominio de Lucía sobre el cromatismo y el equilibrio vegetal.

El menú continuó con propuestas como el pescado azul y el bogavante, para desembocar en un intenso y sorprendente plato de chopo, curry y cebolla negra. Sin embargo, y muy a nuestro pesar, la pesca de rías fue el único punto negativo de la experiencia: un fallo de cocina aislado, que no empaña en absoluto el enorme talento de la chef, pero que lamentamos no haber comunicado en su momento para darle la oportunidad de corregirlo.

Volvimos a la excelencia con la vaca y vieira, un mar y montaña de sabor profundo y elegante.

En el apartado dulce, los postres fueron una sinfonía de delicadeza: la fresca pera limonera, el evocador «La Vie en Rose», y el sorprendente «Cromatismo Negro», cerraron la experiencia antes de los divertidos petit fours que pusieron la nota final.

La Guía Michelin define su cocina como actual, subrayando su compromiso con los productos de proximidad, su sensibilidad hacia las intolerancias alimentarias, y el enorme peso de su propio huerto en la propuesta. Todo ello en un local cálido y contemporáneo, donde las piedras históricas de Santiago conviven con la luz moderna que entra a raudales por su gran lucernario, y donde un bello homenaje a las mujeres del Mercado de Abastos preside las paredes.

A Tafona es, sin duda, un reflejo del alma de Lucía Freitas: trabajo, pasión, raíces y una evolución constante hacia una cocina más auténtica y consciente.

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