La Bicicleta

Ya de vuelta de Cantabria, el 26 de abril nos detuvimos a comer en «La Bicicleta», un restaurante al que llevábamos tiempo queriendo visitar. Este lugar, dirigido por el talentoso chef Eduardo Quintana, ha sido merecidamente galardonado con una estrella Michelin, y nuestras expectativas estaban por las nubes.

«La Bicicleta» ofrece dos menús degustación: «La Vuelta» y «La Escapada». Nos decantamos por el más largo, «La Escapada», ansiosos por sumergirnos en una experiencia culinaria completa. La propuesta comienza con unos aperitivos en el exterior y un paseo por la huerta del restaurante, seguido por unos entrantes en la barra, y culmina con los platos principales en la mesa. La idea de este recorrido gastronómico es fascinante, aunque, lamentablemente, tuvimos que enfrentar algunos inconvenientes. Al ser la barra pequeña, tuvimos que esperar demasiado tiempo afuera a que los anteriores comensales acabaran, y nos tocó detrás de un grupo que, al parecer, no tenía ninguna prisa. Esperamos más de una hora desde nuestra hora de reserva. Además, aunque entendemos que en la huerta exterior haya arañas, encontrarlas en la barra no debería suceder.

A pesar de estos pequeños inconvenientes, el menú «La Escapada» fue una revelación culinaria, lleno de platos innovadores y sabores exquisitos.

En el exterior

El viaje comenzó en el exterior, con una serie de aperitivos que nos conectaron con la tierra de la huerta del restaurante:

Caldo: Verduras frescas de la huerta y aromáticas, un inicio cálido y reconfortante.
La Huerta: Zanahoria en texturas, mostrando la versatilidad de este humilde vegetal.
Espinaca, boletus, galleta salada de apionabo, cilantro y eneldo: Una combinación de sabores terrosos y frescos.
Brócoli, pastel de cebolla, alcaparra frita: El brócoli nunca había sido tan interesante, acompañado de un pastel suave de cebolla y el crujiente de alcaparra.

En la barra

Los entrantes en la barra ofrecieron una gama de sabores intensos y texturas contrastantes:

Gilda en dos versiones: Anchoa, esfera de aceituna y piparra, un clásico reinventado.
Tortilla: Patata suflé rellena, nuestro bonito en conserva y bonito ahumado, una explosión de sabor en un bocado.
Bollo Preñao, takoyaki de chorizo de nuestro cerdo: Un guiño a la tradición con un toque innovador.
Pulpo, alga codium, kéfir, berza: Mar y tierra en perfecta armonía.
Pastrami de cordero, hierbas montunas, crujiente de algas: Un plato robusto y lleno de carácter.
Lobster roll: Brioche de mantequilla, gamba, holandesa de mango, un lujo en cada mordisco.

En la mesa

Los platos principales en la mesa fueron un verdadero despliegue de maestría culinaria:

Guisante lágrima de nuestra huerta, morcilla de setas, flor de ajo: Fresco y umami, un comienzo delicado.
Habitas, panceta de nuestro cerdo asturcelta y salsa de champán: Rico y decadente.
Espárrago, huevo de gallina pedresa, miso, perrechicos: La primavera en un plato.
Machote del Cantábrico, flor de rábano negro y tupinambo: Mar y tierra en equilibrio perfecto.
Lomo bajo, pastel de espinaca y hongos, crujiente de manzana: Un final fuerte y satisfactorio para los platos principales.

Postres

Los postres fueron un cierre dulce y refrescante a nuestra experiencia:

Tulipán, frutos rojos, granizado de guisante: Frescura y dulzura combinadas.
Crepe suzette: Un clásico ejecutado a la perfección.
Hojaldre, ruibarbo, crema tostada, té del puerto: Texturas y sabores variados en cada bocado.
Suflé de cítricos, helado de limón y romero: Ligeramente ácido y refrescante.

Petit Fours

Los petit fours, pequeños bocados de perfección, cerraron nuestra experiencia de manera exquisita.

A pesar de las pequeñas incomodidades, la calidad de los platos y la creatividad del chef Eduardo Quintana hicieron que la espera valiera la pena. Cada elaboración fue una obra de arte culinaria, y salimos de «La Bicicleta» con la certeza de haber vivido una experiencia única.