En la Parra
Este verano iniciamos nuestro road trip por la península, con la primera parada el 24 de julio en Salamanca, donde nos esperaba una experiencia culinaria en En La Parra, un restaurante con una estrella Michelin que se alza con gracia frente a la majestuosa fachada plateresca de la iglesia del Convento de San Esteban. Bajo la dirección de la chef Rocío Peña, el restaurante ofrece una cocina actual, arraigada en la tradición pero transformada con una modernidad elegante. Dos menús son las opciones: «Pizarra» y «Granito», y, como es costumbre, nos decantamos por el más largo, Pizarra.
La velada comenzó con una serie de bocados ibéricos de FISAN, una delicada oda a los sabores de la tierra. El mousse de jamón ibérico fue un arranque que evocaba lo familiar, pero con una suavidad inesperada. Le siguió la croqueta de Rocío, un clásico reinterpretado con una textura crujiente y un interior cremoso que nos hizo suspirar. El bao de papada curada y cebolleta fusionaba lo mejor de la gastronomía asiática con los productos locales, mientras que el chawanmushi de farinato nos sorprendió por su ligereza y profundidad de sabor.
Limón serrano, un bocado refrescante que equilibraba los sabores más intensos, nos preparó para la delicadeza del plato de oreja y gamba, una unión que nunca habríamos imaginado tan perfecta. El taco de ibérico pibil y la tortilla líquida de castañetas elevaron lo tradicional con una explosión de sabores y texturas. La selección de curados En La Parra fue un homenaje a la riqueza del ibérico, y el brioche de presa y caviar nos brindó un toque de opulencia antes de saborear la exquisita cococha y oreja frita.
Ya bien inmersos en la experiencia, llegamos a Parte del Todo, un segundo acto que mantenía el listón alto. El gazpacho de tomatillo verde y berberecho fue una caricia refrescante al paladar, y el bonito curado con pimiento asado y escabeche jugaba con la nostalgia, elevando un plato clásico a un nivel superior. La gyoza de rabo de toro nos transportó de nuevo a esa fusión creativa que caracteriza a Rocío Peña, y finalmente, la presa ibérica con zanahoria cerró el recorrido salado con la carne tierna y su contrapunto vegetal perfectamente equilibrado.
En el apartado de los postres, Dulce Locura nos ofreció una experiencia etérea: un helado de manzana con granizado de melón y menta que resultó ser un soplo de frescura. El segundo postre, leche de oveja con café y chupito, fue un cierre delicado y sofisticado. Como guinda, las chuches (petit fours) —desde el bombón hasta la galleta— fueron pequeñas joyas que culminaron la noche de manera juguetona y dulce.
Salimos encantados, no solo por la originalidad y calidad de los platos, sino también por el cuidado en cada detalle, desde la selección de ingredientes hasta la impecable atención del personal. En La Parra se ha ganado a pulso su lugar en el firmamento Michelin, y sin duda es un imprescindible para cualquier amante de la gastronomía que visite Salamanca.
Tipo de cocina
Actual
Menú
- Granito
- Pizarra